Reconozco que no me he sobrepuesto todavía a la aprobación de la Directiva de la vergüenza con la participación de los eurodiputados del PSOE por orden de Zapatero. Más allá de las renuncias históricas, de la cobardía política, de la deriva ideológica y de la conversión al neoliberalismo, creía que aún restaba en el PSOE un pequeño poso de sensibilidad humanista. Ni tan sólo eso.
Llevo muchos días exaltado de indignación, y cada rato me acuerdo de aquellos "artistas" -incluyendo antiguos compañeros de trinchera-, que durante la campaña electoral se pusieron al servicio de la maquinaria propagandística de ZP. Aún no he oído a ninguno de ellos abjurar de su "guiño" a quien aprueba dejar desprovistos de derechos a los más débiles. Sería impactante volver a ver a Víctor Manuel y Ana Belén, a Joaquín Sabina y a tantos otros cantando "Defender la alegría" mientras se suceden imágenes de campos de concentración y deportaciones de inmigrantes. Todo un sarcasmo, un doloroso sarcasmo.
Por eso me he sentido acompañado al leer este artículo de Almudena Grandes, una magnífica escritora y sobre todo una persona de izquierdas consecuente, que siente lo mismo que yo: Asco.
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