martes, 29 de abril de 2008

Primero de Mayo

Ese día de 1886 empezó en los Estados Unidos una huelga nacional por la jornada laboral de 8 horas. Durante los dos días siguientes se produjeran violentos enfrentamientos con los esquiroles y la policía de Chicago, con un resultado de seis muertos y una decena de heridos. El día 4 la explosión de una bomba mató a un agente, y la policía abrió fuego contra más de veinte mil personas concentradas en Haymarket. Se declaró el estado de sitio y se practicaron múltiples detenciones, que finalmente se concretaron en un juicio lleno de irregularidades contra ocho anarquistas: tres fueron condenados a cadena perpetua o trabajos forzados y cinco ejecutados en la horca. José Martí, en aquel momento corresponsal del diario argentino La Nación, recogía en su crónica las últimas palabras de uno de los mártires de Chicago: “la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que todas las palabras que yo pudiera decir ahora”.

La revuelta de Haymarket costó la vida de muchos trabajadores y dirigentes sindicales, y fueron millares los despedidos, detenidos, procesados, heridos de bala o torturados, la mayoría inmigrantes italianos, alemanes, rusos, irlandeses... pero a finales de ese mismo año se consiguió la jornada de 8 horas para miles de obreros norteamericanos.

Desde entonces, casi todos los países democráticos rememoran aquel momento como el Día Internacional de la Clase Trabajadora, la gran fiesta del movimiento obrero mundial. Curiosamente, Estados Unidos (así como Reino Unido y Andorra) es la excepción.

También en Valencia el primero de mayo tiene su historia. Hace cuarenta y un años, en 1967, un grupo de jóvenes valencianos, principalmente comunistas organizados en las primeras CCOO clandestinas, decidieron salir a la calle abiertamente a reivindicar “la libertad” y un “sindicato libre obrero”. Se concentraron en la Glorieta y, cuando iban por la calle de la Paz, la policía franquista cargó contra ellos, golpeándolos y practicando detenciones. Finalmente, catorce personas fueran procesadas: cinco jóvenes de entre 21 y 26 años fueron condenados por la jurisdicción militar a penas de prisión de entre un y cuatro años por “insulto a la fuerza armada”; los mismos procesados y nueve más fueron juzgados por “manifestación ilegal no pacífica” por el Tribunal de Orden Público.

Los intentos de repetir la acción los años siguientes fracasaron por la intervención policial, y hasta 1976, ya muerto Franco, no fue posible organizar otra manifestación masiva.

Afortunadamente, este año no tenemos más obstáculo que la desmovilización general y la propia desidia. El puente y la playa no deberían poder más que la policía represiva. Por todos aquellos que se jugaron la vida para conseguir los derechos que ahora gozamos, nosotros tenemos la obligación moral de plantarle cara a la explotación, la precariedad y la siniestralidad laboral. ¡Hay motivos de sobra para salir todos y todas a la calle el primero de mayo!

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