En la blogosfera de IU se ha generado un intenso e interesante debate sobre la figura de
Santiago Carrillo y, por extensión, sobre el eurocomunismo y el papel del PCE en la Transición. Recomiendo muy encarecidamente la lectura, por este orden, de las entradas que han escrito antes que yo
Rafa Hortaleza,
Javi ("El Hijo Rojo"),
Rafa otra vez,
Viul,
Ceronegativo y
Hugo, así como de los comentarios que han suscitado.
En mi caso, curiosamente, coincide que durante este verano me han entretenido algunas lecturas relacionadas con el tema. Releí Asesinato en el Comité Central, de mi admirado y añorado Manuel Vázquez Montalbán, que tan brillantentemente parodia la realidad de su partido en aquellos años. Y también leí Crónica de los años perdidos, de Javier Alfaya (a quien MVM dedicó su libro, "según lo convenido"), un ensayo histórico-vivencial del tardofranquismo que, por la militancia del autor, tiene también mucho que ver con el PCE de aquella época. Concretamente, el capítulo XIII, titulado "El final de la utopía", me parece una buena interpretación de cómo y por qué el PCE pasó de ser la fuerza hegemónica del antifranquismo a un partido minoritario en el nuevo régimen "democrático". (Por cierto, aprovecho para instar a quien todavía no lo haya hecho a estudiarse La memoria insumisa, de Sartorius y Alfaya, una magnífica y divulgativa disección del franquismo en sus diferentes facetas que, en mi opinión, debería ser libro de lectura obligatoria en todos los institutos de enseñanza media. Y, pese a los recelos que uno de sus autores pueda razonablemente suscitar, aclaro que se trata no sólo de un buen análisis sino de un análisis de clase. La tesis principal del libro es clara: el franquismo pudo perdurar gracias al apoyo de la burguesía, que antepuso su interés por la liberalización económica a la democratización política, frente a la oposición estudiantil y principalmente obrera.)
Volviendo al tema de esta entrada, puede afirmarse con absoluta seguridad que Santiago Carrillo es el personaje que más controversia suscita en la izquierda española. Lo pude comprobar en la VII Asamblea Federal de IU, a la que Carrillo asistió como invitado: mientras algunos (los menos) se emocionaban por el gesto de reencuentro con el viejo líder, otros tenían que hacer esfuerzos por controlar su ira hacia quien consideran responsable máximo de una traición histórica. El gran número de comentarios (y sospecho que de visitas) que han tenido las entradas de mis compañeros blogueros reseñadas al principio es otra prueba de que la herida sigue escociéndonos.
Secretario general durante 22 años, pero importante dirigente del PCE ya desde los tiempos de la Guerra Civil en las JSU, Carrillo es parte del patrimonio histórico de ese partido, para bien o para mal. Él mismo, ancianito reconvertido en estrella radiofónica y reverenciado por el statu quo de la progresía, sigue yendo por la vida de ex secretario general del PCE, a pesar de que lleva más de veinte años votando y pidiendo el voto para la "casa común" del PSOE. Llegado el caso, no me extrañaría nada que fuera enterrado con la bandera roja de la hoz y el martillo (eso sí, nunca con la tricolor republicana).
Hasta ahora apenas he participado en el debate virtual sobre Carrillo y el eurocomunismo por varias razones. En primer lugar, porque no viví conscientemente la época de la Transición (tenía un añito cuando murió Franco) y tampoco tengo un conocimiento muy profundo del eurocomunismo (acabo de reparar en unas Memorias de Santiago Carrillo, regaladas por mi abuela política, que reposan en mi estantería pero nunca he abierto). Pero fundamentalmente me ha frenado el pudor a inmiscuirme en corral ajeno, pues la mayoría de quienes han participado en el debate son afiliados del PCE hablando de su partido en vísperas de un nuevo Congreso. Yo nunca he militado en el PCE, aunque sienta su historia como propia, pues desde 1937 es (guste más o guste menos, y con algunas contadas excepciones) sinónimo de la historia de la izquierda antifascista en España.
Sin embargo, finalmente me he animado a exponer sucintamente algunos de mis puntos de vista, coincidentes por otra parte con los de la mayoría de mis compañeros. Para el final dejo el relato de una anécdota personal que ya he comentado anteriormente.
1.- Estoy de acuerdo con Viul cuando dice que "El PCE durante los 60 y los 70 se convirtió en la mayor plataforma antifascista que ha existido en este país, y que probablemente haya existido en ningún otro sitio. Dejó de ser un partido comunista, para convertirse en otra cosa superior". Eso explica, en mi opinión, muchas cosas. En primer lugar, la sobredimensión de un partido que se consideraba marxista-leninista en un contexto histórico nada revolucionario. Pero también el posterior desfondamiento del PCE una vez instaurada la "normalidad democrática". Se ha comentado el contraejemplo del PCP en Portugal, que no sólo tuvo el acierto de mantener su fortaleza organizativa sino también la ventura de conseguir que el nuevo sistema democrático se fundara sobre una "ruptura" de la que había sido partícipe, pero no olvidemos que aún así sus resultados electorales no han sido muy superiores a los del PCE primero e IU después. Hemos de reconocer que la izquierda alternativa ha sido minoritaria en los países de la Europa occidental en los últimos sesenta años, con la excepción histórica de Italia hasta los años 80 (que tenía mucho que ver con la inexistencia de un gran partido socialdemócrata, cuyo espacio -y podemos discutir si su función- desempeñó un PCI con prestigio histórico, capital intelectual y buena organización).
Por supuesto, el abandono masivo de la afiliación del PCE en los años de la Transición es achacable a muchos otros factores (purgas y expulsiones, errores políticos y organizativos, ambiciones personales insatisfechas que rápidamente pudo colmar un PSOE descapitalizado...), pero no deja de ser ilustrativo repasar los numerosos casos de intelectuales, artistas o políticos cuya condición de exPCE jalona sus biografías. ¿Cuántos de ellos dejaron de ser comunistas y cuántos realmente nunca lo habían sido? Me vienen a la cabeza las palabras de uno de los personajes de ficción en Asesinato..., cuando afirma: "No soy un revolucionario, soy simplemente un antifascista".
Un error de análisis determinó el fracaso irremisible de la estrategia del PCE. Creyendo que podía ser mayoritario electoralmente, sacrificó señas de identidad y reivindicaciones históricas de la izquierda para conseguir más fácil y más rápido su aceptación en el juego institucional del nuevo régimen. No creo que lo hiciera sólo como contribución altruista al éxito de la Transición, que es la lectura que a posteriori se ha querido vender; estoy convencido de que Carrillo y la mayoría de dirigentes que le secundaron no sólo buscaban consolidar la naciente democracia y evitar un nuevo golpe de estado, también querían conseguir la victoria para su partido. No olvidemos que se miraban en el espejo italiano, justo en el momento en que el PCI de Berlinguer alcanzaba su techo histórico.
2.- Como dice Javi, para justificar su estrategia necesitaban una coartada ideológica, y ésta fue el eurocomunismo. Que más que una ideología (para el caso valdría la auténtica socialdemocracia, que bien que se echa de menos) era un programa político formulado para conseguir unos objetivos concretos en una coyuntura histórica determinada. Lo reconoce Rafa, cuando afirma "lo mucho que se parece al programa de IU". La diferencia, tal como señala Javi, es que hoy en día no pretendemos que nuestro programa reformista avanzado vaya a llevarnos al socialismo, ni hemos renunciado ideológicamente a la superación del capitalismo.
3.- Mi juicio más severo a Carrillo no es por lo que hizo o intentó hacer, sino por seguir defendiendo a posteriori la validez de una estrategia fracasada. Puedo hacer el esfuerzo de entender el difícil contexto que tuvo que enfrentar y considerar bienintencionado su intento de consolidar al PCE como fuerza institucional en la naciente democracia, pero ni siquiera eso le salió bien. Y, sin embargo, él parece estar tan satisfecho con su legado, hasta el punto de que va dando lecciones de Transición con sus colegas de la derecha (Herrero de Miñón y compañía), cuando no babea de juancarlismo. No dice "lo intentamos pero no salió" sino "lo hicimos fenomenal". Y como él no reconoce su fracaso, yo no puedo reconocerle una grandeza política y moral que no tiene.
4.- Para acabar, la anécdota.
Hace unos años Carrillo vino a Valencia a impartir una conferencia y compartí con él y otras personas una comida en la que el tema de conversación principal fue la Constitución Europea. Sin pretenderlo, asumí un rol protagonista en la discusión defendiendo una posición contraria a aquel Tratado. En el lado contrario estaban el desaparecido Antonio Gutiérrez (ex secretario general del PSUC, luego eurodiputado de ICV) y el propio Carrillo. "El Guti" defendía la Constitución Europea con argumentos netamente neoliberales (la independencia del BCE...) mientras que Carrillo utilizaba planteamientos más simples (la bondad de la construcción Europea frente a los neo-cons de Bush..). Bien, hasta aquí se trata de una posición legítima, aunque ciertamente incoherente con planteamientos de izquierda, ya no digamos comunistas. Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula al leer en El País unos meses más tarde (justo después del resultado del referéndum en Francia) un
artículo del propio Carrillo criticando la Constitución Europea con los mismos argumentos que a mi me rebatía, incluso con desdén.
En fin, me pareció un gran oportunista, y no puedo dejar de recordar una vez más a Vázquez Montalbán, que solía decir: "Carrillo hubiera sido un magnífico secretario general ... del PSOE".
EPÍLOGO:
Tiene toda la razón Hugo en que tenemos que pensar más en el futuro que en el pasado de la izquierda, y que -fuera una traición o un fracaso- la política de la transición no tiene ya sentido, una vez que se han manifestado las limitaciones del actual régimen político para alcanzar una verdadera democracia.
Por cierto, con las muchas y grandes carencias que tiene hoy IU como proyecto político, podemos al menos estar satisfechos de que:
1.- Aún teniendo vocación de mayoría, nos sabemos minoría social. A partir de ahí, trabajamos para cambiar el sistema.
2.- No confundimos programa con ideología. Tenemos propuestas para mejorar las condiciones de vida y preservar nuestro planeta, pero somos conscientes de que el capitalismo es incompatible con la realización de nuestros anhelos de justicia e igualdad real.
3.- Reconocemos nuestro fracaso y analizamos los motivos del mismo (lo que está por ver es si somos capaces de cambiar comportamientos demasiado asentados en nuestra cultura política interna, pero en ello estamos).
4.- Tenemos un Coordinador General con menos carisma y astucia pero mucho mucho más humilde y mejor persona que don Santiago.